SCHUBERT SERENADE

A finales de 1823 Franz Schubert (1797-1828) empezó a presentar los primeros síntomas de la sífilis que lo llevaría a la tumba a los 31 años de edad. Tras un desvanecimiento sufrido en casa de su amigo el poeta Franz von Schober (1796-1882), fue a parar al hospital. Para marzo de 1824 el compositor ya presentaba erupciones en la piel, úlceras en la boca y en la garganta, caída del cabello y agudos dolores en las articulaciones que le impedían tocar el piano. Es en esa época que escribe en una carta: “…cada vez que me voy a la cama espero no volver a despertar, y cada mañana me recuerda el sufrimiento del día anterior”. Cuatro años después, Franz Schubert abandonaba este mundo. La imagen de Franz Schubert que nos viene a la memoria suele ser aquella de un joven músico medio atolondrado, enamoradizo y bonachón, de cabello rizado y con gafas, que participaba en alegres reuniones de artistas donde interpretaba animadas piezas al piano. Sin embargo, esta visión (sin duda alimentada por películas como Sinfonía inconclusa de Anthony Asquith y Willi Forst, Tres muchachas para Schubert de E.W. Emo, Amor inmortal de Jean Boyer, La bella molinera de Marcel Pagnol o Sinfonía de amor de Glauco Pellegrini) nos impide ahondar en la compleja personalidad de un compositor de carácter inestable, afecto al alcohol y entregado a un hedonismo desenfrenado que terminó por pasarle factura en la forma arriba mencionada.
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