En el campo de batalla los soldados están entrenados para lidiar con muerte y destrucción. Pero nadie los prepara para una muerte lenta y silenciosa; mucho menos a los civiles, que se cuentan apenas como víctimas colaterales. En Serbia e Irak las huellas letales del uranio empobrecido usado por la OTAN están registradas en la memoria de los sobrevivientes y en libros de investigación. ¿Cuáles han sido las consecuencias para el entorno? ¿Cuántas generaciones arrastrarán la cruz de las secuelas?