Hispania, el reino visigodo

El acta fundacional de España corresponde al periodo visigodo, en el cual se configura una concepción de Hispania identificada con un territorio y con un reino, la “patria de los godos”, que asumen el doble legado del derecho romano y la religión católica. Los orígenes del término Hispania se remontan a fenicios y griegos, pero son los romanos quienes lo latinizan y denominan así de forma definitiva al conjunto de la Península Ibérica y las islas Baleares. A Roma se debe el haber unificado los diversos pueblos que habitaban la Península. Con ello, Roma puso los cimientos de la futura España. Pero en época romana Hispania es concebida como una parte del Imperio. Serán los visigodos los que, al asentar en la Península su reino con capitalidad en Toledo, se identificarán con Hispania o Spania como su patria, la Patria Gothorum, la “patria de los godos”. Con lo que España deja de concebirse como una provincia o conjunto de provincias (los hispano-romanos) y va más allá de un concepto meramente geográfico. La Reconquista encuentra su primera razón de ser en el Reino Visigodo, invadido por los musulmanes en 711. Este hecho fue entendido por un anónimo cronista mozárabe en el año 754 como “la pérdida de España”. Tras la invasión árabe de la España visigoda, la idea de la “pérdida de España” nació entre los mozárabes, que eran los herederos más directos de la cultura visigótica. Eran los cristianos que permanecieron en tierras de moros o que, en momentos de persecución, huyeron a las montañas del Norte. Se data la primera plasmación escrita de la idea de la “pérdida de España” en la Crónica mozárabe de 754, escrita por un anónimo monje mozárabe de Córdoba o de Toledo. A continuación fue retomándose en otras crónicas. Es la idea de que España se ha perdido a manos de los musulmanes, y ello conduce a un lamento, por lo cual el cronista exclama: “¡Oh infeliz España!”. Del sentimiento de pérdida surge el ideal de recuperación de lo perdido. La gesta de don Pelayo en Covadonga será vista por la crónica astur de Alfonso III (866-910) como la “salvación de España” (“salus Hispaniae”). A lo largo de los siglos de Reconquista se aceptó la legitimidad de los diversos condados y reinos que se fueron constituyendo como entidades políticas diferentes, pero existía la conciencia de la pertenencia a una unidad superior, que era España, que había estado unida antes de la invasión islámica. Y subsistió una aspiración a la recuperación de esa unidad, bien por vía de las incorporaciones o de las uniones dinásticas. Los Reyes Católicos, como ha señalado el historiador Luis Suárez, se vieron a sí mismos como “restauradores” (de aquel reino hispanogodo), más que como “fundadores”. Herederos del reino visigodo por vía de los reyes hispanos del Medievo. Es lo que algunos medievalistas han denominado el “neogoticismo” medieval. Tras la incorporación del Reino de Navarra en 1514, dijo el propio rey Fernando el Católico: “Ha más de setecientos años que nunca la Corona de España estuvo tan acrecentada ni tan grande como agora, así en Poniente como en Levante, y todo, después de Dios, por mi obra y trabajo”. De esta manera nació la España moderna, pero su fundamento ideológico estaba en la monarquía visigoda.
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